18/6/10

¡Perdure para siempre en sus almas el paisaje bellísimo de Enseñanzas del Año Sacerdotal!

¡ Perdure para siempre en sus almas el paisaje

bellísimo de Enseñanzas del Año Sacerdotal !


Viernes 18 de Junio del Año del Señor 2010


Queridos Amigos míos:


¡ Paz y Bien ! Como Ustedes saben, se ha celebrado la Clausura del Año Sacerdotal coincidiendo con la hermosísima Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Es posible que sintamos cierta nostalgia al despedir un Año tan maravilloso, pero hemos de animarnos con el recuerdo de todo lo bueno que vivimos, con la certeza de que nuestros queridos Sacerdotes continúan a nuestro lado, y con el compromiso sincero de seguir apoyándolos y orando por ellos en todo momento.


¿Y cómo olvidar todas las valiosísimas Lecciones que hemos aprendido en este Año Sacerdotal, en particular, de nuestro muy amado Santo Padre Benedicto XVI? ¡Él también nos ama profundamente, nos cuida y camina con nosotros hacia Dios! Guarda tan preciosas Virtudes en su alma nuestro Sumo Pontífice, que no sólo los Presbíteros están llamados a imitarlo, sino todos nosotros, la Nación Consagrada del Señor.


Apenas un leve trazo del paisaje bellísimo de Enseñanzas del Año Sacerdotal está en este Blog, pero es tan diminuto, y en cambio, es tal «la grandeza y la belleza del Ministerio Sacerdotal» (Su Santidad Benedicto XVI), que en estas páginas, con la Ayuda de Dios y de la Santísima Virgen, habrán más trazos para enriquecer ese paisaje.


Me despido de Ustedes ahora, mi querido Sacerdocio Real, dejándoles un texto sobre la expresión «Año del Señor» que empecé a utilizar hoy en la fecha. ¡Guíen sus almas a la Eternidad la Ternura de Nuestra Madre María y el Amor de Nuestro Señor Jesucristo!, Irene



EL AÑO DEL SEÑOR: LA CELEBRACIÓN ANUAL

DE LOS MISTERIOS SALVÍFICOS DE CRISTO


La Santificación del Tiempo concierne no sólo a las veinticuatro horas del día a través del Oficio Divino, sino también al Círculo del Año en el que la Iglesia «desarrolla todo el Misterio de Cristo, desde la Encarnación y el Nacimiento hasta la Ascensión, el Día de Pentecostés y la expectativa de la Feliz Esperanza y Venida del Señor» (SC 102). Ahora bien, el comienzo del Año del Señor en el Rito Latino con el primer Domingo de Adviento, a causa del transcurso de sus Tiempos Festivos y Fiestas que pasa por la Fiesta del Nacimiento del Señor, por la Celebración de la Muerte y Resurrección, de la Ascensión y el Envío del Espíritu, por el Tiempo en el Círculo del Año, cuyos últimos Domingos preparan ya de nuevo para el próximo Adviento con la Proclamación de la Segunda Venida del Señor, podría provocar la impresión de que el Año del Señor pretende (al menos para el Tiempo entre Adviento y Pentecostés) celebrar anualmente en la Celebración Litúrgica, el transcurso de la Vida de Jesús y —si se cuentan además los Domingos en el Círculo del Año— el Tiempo de la Iglesia hasta la Segunda Venida. El sentido de la Celebración del Año del Señor no puede ser el de conmemorar cronológicamente los Acontecimientos de la Vida de Jesús en una reconstrucción historizadora. Todas las Fiestas y Días conmemorativos del Año del Señor celebran la redención del hombre por medio del Único Gran Hecho de Redención del Hijo de Dios que se hizo Hombre, fue crucificado, resucitó y ascendió al Cielo, como se manifiesta y está Presente en la Celebración Litúrgica. Así, el Círculo del Año que se repite continuamente es ya una imagen de la atemporal Plenitud de Vida de Dios, que se esconde detrás del decurso del Tiempo. El contenido de la Celebración del Año es el Misterio del Encuentro de Cristo con su Iglesia, «es decir, se trata de la Celebración de los Hechos Salvíficos del Señor en el hoy de este mundo y de la Iglesia. De este modo, el Año Eclesiástico contiene de hecho muchos aspectos de la Vida del Jesús Terrenal, si bien, el Cristo de la Historia es Uno con el Cristo Elevado (Cristo de la Fe). El Año Eclesiástico es, con ello, no un mero recuerdo de Acontecimientos aislados entresacados de la Vida Terrenal de Jesús, sino la Celebración de todo el Misterio de Cristo».


Fuente:

http://www.mercaba.org/LITURGIA/KUNZLER/565-582.htm


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