24/10/10

“En el Año Jubilar Mariano”: Artículo muy valioso de Monseñor Ignacio Trejos, Obispo de Costa Rica


“En el Año Jubilar Mariano”: Artículo muy valioso de
Monseñor Ignacio Trejos, Obispo de Costa Rica

Domingo 24 de Octubre del 2010, Año Santo Jubilar Mariano

En el Año Jubilar Mariano

Costa Rica, 5 Set. 10 (Eco Católico)

Mons. Ignacio Trejos P.
Obispo emérito de San Isidro de El General

Se me ocurre pensar y expresar, por medio de estas líneas: somos lo que queremos ser. Así de real, de permanente y de trascendente. “Querer es poder”, reza el refrán popular. Nos lo enseña prácticamente nuestra historia personal, familiar y social.

Es la experiencia de nuestro vivir cotidiano: maestra de nuestro vivir terreno y por tanto de todas nuestras realizaciones. Para bien o para mal. Qué claro habla a nuestro propio ser, esa conciencia bien formada o mal configurada que llevamos dentro. Esa voz clara y contundente, serena, dudosa o temerosa, jamás la debemos acallar. Es todo un misterio, como es nuestra Vida misma. A veces sospecho que es mi propio yo quien me exhorta, amoneste, reprende o recrimina. A ratos parece que es un extraño, que inevitablemente se interpone en el bregar de mi existencia.

En todo caso, si soy consecuente conmigo mismo, me invita a detenerme, a reflexionar, a meditar profunda, serena y pausadamente sobre la importancia que tiene mi ser personal; para mí mismo, para cuantos me rodean y para todos aquellos a quienes corresponde ser testigos de lo que resulta innegable. Lo que llevo por dentro, lo que pienso, lo que siento, cuanto soy. Es así como el Evangelio nos afirma que donde está nuestro tesoro también está nuestro corazón y que de la abundancia de éste habla la boca. ¿Podrán darse verdades más ciertas y del todo favorables, que si lo son, jamás serán de ninguna manera desfavorables?

Se trata pues de poner en ejercicio mi más plena y amplia Libertad. Entiéndase no de libertinaje. Nos referimos a la Libertad auténtica, de la que somos capaces todos los seres humanos. La que hemos recibido como herencia con nuestro propio ser y existir. Consecuentes con nuestro destino, que es el común de la humanidad de la que formamos parte.

Así nos debemos sentir, no como seres aislados sino integrantes de todo un género y especie que nos reclama ser responsables. Esto significa sentirnos llamados y ser enviados para cumplir una Misión concreta, precisa, de alcances insospechables. Tan importante dicha Misión, que se nos ha confiado y tan importantes tú y yo, nosotros todos, que nadie podrá sustituir o reemplazar al otro. Ser responsable, en efecto, es la respuesta a esa Vocación o Llamada, que no se queda en palabras: se realiza para bien o para mal. Es así, precisamente así, como se manifiesta la trascendencia de nuestro ser y actuar en el tiempo y en el espacio, con miras al incomparable designio que nos hará desembocar en esa nueva realidad próxima o remota, pero muy mía, muy tuya y del todo nuestra, en ese futuro que nos espera.

No es un asunto de moralismos

El mal y el Bien coexisten, de eso todos somos testigos. Sus consecuencias las sufrimos o las disfrutamos de la manera más precisa. Misterio insondable que no nos corresponde, como tal dilucidar. Lo que si nos importa a todos es examinar, distinguir y decidir corrigiendo lo que se oponga al Bienestar comunitario. El Bien común prevalece sobre el particular si se trata de ser justos.

Como podemos concluir, en las presentes reflexiones, no opinamos que nuestra Vida entera deba pasar entre estrechos moralismos, que no caben cuando nuestra conciencia está verdaderamente formada.

No es asunto de limitarse a hacer el Bien y evitar el mal, ni a quedarse en un punto neutro. Nada de eso. Bien sabemos somos seres superiores: nacimos, crecimos, nos desarrollamos y vamos hacia la plenitud. Ésta no tiene límites. Lo sentimos, lo experimentamos, repito, y debemos compartirlo con toda la humanidad: estamos llamados a lo mejor. Nada hay que pueda superar a Dios. Si así fuera, ésta no sería lo que es. Para Él nada es imposible. Hizo a la persona humana a Su Imagen y Semejanza y cuando se apartó de Él por su propia culpa, vino a nuestro encuentro en la Persona de su Hijo Unigénito Jesucristo. Él nos devolvió la Amistad de Dios su Padre y de esta manera, reconciliados, nos devolvió nuestra perdida dignidad de hijos y herederos de Vida Eterna. ¿Quién otro era capaz de salvarnos, si todos estábamos manchados por la culpa?

De ahí se deriva toda nuestra dignidad: llamados a ser hijos por y con el Hijo y testigos con el Espíritu Santo que Dios nos llama, por Gracia a comportarnos como tales.

Actuaríamos, desde nuestra condición de Cristianos, de la peor manera si no tuviéramos con Dios nuestras más estrechas relaciones de amistad y de intimidad, de la que somos capaces y se nos concede como Gracia, que no merecemos, pero estamos llamados a hacer participar a todos cuantos podamos acercar al Dios Único y Verdadero, manifestado en Cristo Jesús.

Ésta, nuestra unión con Cristo, Amor del Padre hacia todos nosotros, es la Llamada o Vocación que debe impulsarnos a llevar a cabo la Misión de ser todos en uno y todo en uno, por Cristo Jesús nuestra Única Salvación.

Este es el Ejemplo que nos ofrece hoy y siempre la perfecta Discípula y Misionera del Señor: María, Madre del Redentor. Todo fue así en Ella porque para Dios nada hay imposible.

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