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Aporte para el Año Sacerdotal del Presbítero Sidney Anibal Espinoza Huerta

Aporte para el Año Sacerdotal del

Presbítero Sidney Anibal Espinoza Huerta


Jueves 15 de Abril del 2010, Año Sacerdotal


Aporte para el Año Sacerdotal

Escrito por Pbro. Sidney Anibal Espinoza Huerta


Viernes, 09 de Octubre de 2009 17:06


La 5ta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida, Brasil, nos da algunas líneas fundamentales que sirven para entender al sacerdote. Por eso mismo podemos decir: ¿ Vale la pena ser sacerdote hoy a pesar de la época específica ? Todo este artículo tratará de responder tal afirmación.


Los tiempos presentes están llenos de ansias de solidaridad y desafíos donde no pocos Católicos están dispuestos y preparados a hacer frente a ello. Es por eso que el sacerdote, como hijo de su tiempo, también es afectado por los actuales fenómenos sociales.


¿ Cuál es la situación actual respecto al sacerdocio según Aparecida ? Un gran aprecio por la figura del sacerdote (nn. 99c; 100b y c) y un llamado de atención, pues puede ser que algunos presbíteros no estén a la altura de los desafíos de la Nueva Evangelización (110d). Ya en el Sínodo de los Obispos de 1971, ya se había visto algo sobre el “estar a la altura” de los tiempos actuales, lo cual se retomó en el Sínodo de 1990 (sobre la formación de los sacerdotes).


Entonces, la Iglesia coincide en que los grandes problemas en la formación sacerdotal están en: la crisis de la identidad y la función e inserción social del sacerdote (que va desde la soledad hasta el sentirse completamente desmotivado). Es decir, en el área humana.


Entre los sacerdotes se puede dar el desencanto espiritual y pastoral (verdadero “invierno”). A esto se añade el aburguesamiento o la pobreza, los anti-testimonios y escándalos (hacia la castidad, obediencia y fraternidad). Todo esto es una “piedra de tropiezo” incluso para aquellos que quieren seguir adelante en el Ministerio Sacerdotal y que luchan sinceramente en él.


Todo esto se engloba en el fenómeno del cansancio en el Ministerio. Preguntémonos: ¿ Cuál será la raíz de todo esto ? ¿ Cuál es la causa de dicho cansancio ? Posiblemente un estilo de vida inadecuado en el sacerdote, el peso de la misión, el fracaso en el apostolado, una espiritualidad mediocre, una conversión aplazada.


Y así tenemos sendos retos por asumir ¿ Qué desafíos se nos presentan?: contemplar la identidad sacerdotal desde su fundamento teológico; proporcionar una adecuada inserción en la cultura actual a los nuevos sacerdotes, y aclarar algunas cuestiones particulares.


Hay que tomar en cuenta aquellas cosas que pueden debilitar la identidad sacerdotal haciendo que ésta peligre o genere un aplazamiento de la misma. Podemos ver esto en el sacerdote que habla bellamente de Dios y al mismo tiempo se amolda a la cultura actual, haciendo que se postergue su propia conversión. Esto trae un peligro: la separación entre la identidad personal y la misión religiosa, pues ésta no termina de afectar a la propia persona e identidad del sacerdote.


Sobre esto, el Documento de Aparecida nos dan cuatro sustantivos claves para la solución: alegría, santidad, comunión y formación. Estos son válidos para todo creyente.


Se requiere de alegría (ver DA 101 al 128) para luchar contra el pesimismo sacerdotal, el cansancio ministerial, desencanto eclesial, invierno eclesial, el complejo de inferioridad y la falta de identidad. Requerimos de alegría para manifestar a todos que vale la pena ser discípulo.


Se requiere descubrir que la vocación principal es a la santidad (Nn. 129 al 153). De hecho, debe entenderse que la santidad es una prioridad pastoral fundamental (Novo Millenio Inneunte, 20). No estamos diciendo que la santidad sólo sea un llamado universal, sino que debe implementarse la pastoral en vistas a la santidad. Esto es el objetivo de la Nueva Evangelización. Es por eso que el discipulado no será auténtico mientras no comience con un encuentro personal con Jesucristo, pues sólo así se podrá establecer un camino específico hacia la santidad.


Y ¿ cómo se desarrolla esta pastoral de la santidad ? En una cuádruple toma de conciencia: Que somos llamados por Jesucristo (Nn 129 – 135); que somos configurados a Jesucristo (Nn 136 – 142); que somos enviados a anunciar el Evangelio del Reino de la Vida (Nn 143 – 148); y que somos animados por el Espíritu (Nn 149 – 153).


Si el sacerdote no insiste en la formación continua todo se viene abajo. Es necesaria una formación ininterrumpida, integral e integradora y seriamente programada. Pues ellos mismos son los principales promotores del discipulado. Es por eso que el sacerdote debe ser “hombre de Dios” (1 Tim 6,11) y experto en humanidad.


Y ¿ qué debe hacer el sacerdote para cumplir su tarea ? (Nn 5c): que no le quepa duda que el Sacerdocio es una forma específica de vivir la identidad bautismal al servicio del Reino de Dios (Nn 184); además ser consciente de que hay algunos desafíos (que urgen ser trasformados en retos) para la formación sacerdotal (la fragilidad humana, el asumir la formación sacerdotal con realismo y objetividad, que siempre busque actualizarse, tener una visión equilibrada de la afectividad y sexualidad —con miras al celibato—, la previsión social —que cuide su salud—, el sentido de pertenencia al presbiterio, la solidaridad y comunión.


A pesar de cualquier reto, creo, sin temor a equivocarme que: ¡ Vale la pena ser Sacerdote !

Fuente:

http://www.diocesisdecelaya.org.mx/index.php/Otras-Informaciones-y-Articulos/APORTE-PARA-EL-ANO-SACERDOTAL.html


«¡ Vale la pena ser Sacerdote !»

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