29/12/10

Testimonio impresionante y lleno de Esperanza del Padre Walter Jiménez Herra, Misionero Franciscano Costarricense


Testimonio impresionante y lleno de Esperanza
del Padre Walter Jiménez Herra, Misionero
Franciscano Costarricense

Miércoles 29 de Diciembre del 2010, Año Santo Jubilar Mariano

Haití: del dolor a la Esperanza

Costa Rica, 17 Oct. 10 (Eco Católico)

Gustavo Godínez Vargas
ggodinez@elecocatolico.org

“Desde que estaba pequeño quería ser Misionero. Recuerdo una vez que llegaron unos Salesianos y nos preguntaron: ¿Te gustaría trabajar con jóvenes? ¿Serías Sacerdote? ¿Te gustan las Misiones?... y yo dije sí a todas, y ya ve, uno pide y Dios cumple”.

Así empezó una Entrevista con el Padre Walter Jiménez Herra, Misionero Franciscano Costarricense en Haití desde hace un año y medio; él nos contó lo bonito, lo difícil y lo no tan bonito de su Vida como siervo de Dios y de la Iglesia entre los más necesitados.

¡Ay, ay mi Haití!

“Aunque toda la vida pasé pidiendo ir de Misión al África, normalmente no me daban pelota; eso de ir a Misión es  muy duro, me decían, y hay que estar seguro”. Pero cuando la Congregación pidió voluntarios para ir a Haití (antes del terremoto de 2009), Fray Walter mandó cuatro líneas ofreciéndose.

“Cuando me dijeron que sí, me dio un gran susto, un gran miedo y me preguntaba: ¿ahora que hago?” Según confesó, lo único que medio sabía de este país Caribeño es que era un gran desierto, que comían galletas de barro y que la gente se estaba muriendo de hambre. “Eso a uno lo impresiona mucho, los Cascos Azules están ahí desde hace 10 años, tuvimos un Fraile secuestrado hace poco, y estaba con mucha ansiedad y algún temor. Pero me dije: aquí voy a pasar o a padecer como pueda”.

“Y resulta que la famosa galleta es cosmética y la usan para sacarle los dientes de los niños, y algunas mujeres la comen por antojo”.

“El Haitiano es muy religioso, pero con el problema de que combinan el animismo y algunas prácticas del vudú. Siempre que pasan frente a un Templo, levantan las manos y hacen oraciones en la pura calle”, explica el Sacerdote.

El terremoto

El terremoto del pasado 12 de Enero marcó su Vocación Misionera. “Fue una crisis de Fe muy fuerte. Ver tantos muertos, gente destrozada en tus manos… Niños aplastados en las Escuelas, cuerpos en las calles… toda la gente llorando y buscando a otros sin encontrarlos. Tanta gente buena, Conventos caídos, hermanos desaparecidos, visitantes insignes que estaban sirviendo en Haití… muertos. Yo no lo entendía”.

“Uno que anda predicando al Dios Papá, al Dios Bueno que nos ayuda siempre… se queda en el aire. No podía sostener esa Teología, se me caía. Fueron 15 días terribles”.

Las ocupaciones de Fray Walter se multiplicaron por esas fechas, tenía que seguir repartiendo comida y aplicando medicinas, pero reconoce que la procesión la llevaba por dentro: “uno tenía el corazón apesadumbrado”.

Pero las cosas según cuenta, se le aclararon en un sueño: “comprendí que lo que debía hacer, era orar al Dios de la Vida, para que el tránsito de todas estas personas hacia la muerte fuera más sereno. Tenía que unirme a Dios muriendo en la Cruz con Él. Orarle a Jesús en el momento en que todo pierde sentido... Cristo muriendo con ellos, con hambre, con sed. Orar para que sintieran que Dios estaba con ellos, que no se sintieran sólos ni abandonados.... Me recuperé en la Cruz de Cristo”.

La tragedia se llevó a 35 Religiosos; junto a 100 Seminaristas y 2 Obispos; así como a 14 Sacerdotes Diocesanos, y unas 300,000 personas más.

Su Vocación

Para el Padre Walter, su Vocación Misionera fue marcada por la piedad y devoción de su Madre: “Mi Mamá siempre me leía la Biblia y las Revistas Misioneras, yo me imaginaba en medio de la jungla predicando”…, asegura.

En cuanto a la Congregación el Padre Walter reconoce que “me hice Franciscano porque quería ser Misionero. Pasé por algunas Congregaciones antes de decidirme. Primero estuve con los Salesianos, luego con los Claretianos, pero justo antes de entrar al Seminario, con ellos, sentí que lo mío era San Francisco”.

Las cosas al principio  no salieron como hubiera querido, pues las necesidades de la Congregación lo obligaban a permanecer en Centroamérica: “Aquí se trabaja a nuestro estilo. Es mucho corre corre por aquí y por allá… pero en lugares como Haití todo es diferente. Hay muchas limitaciones. No es hacer y hacer… es estar con la gente; estar con ellos aún sin hacer nada”. Y es que según Fray Walter, las limitaciones económicas y materiales son tan grandes que la Misión principal es “estar presente, porque incluso uno reconoce que tenemos que ser los que llevan ese Fuego, ese Amor de Dios que consuela a la gente, compartiendo las mismas penas que ellos padecen, al final uno padece y se compadece con la gente”.

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